Post Image
Compartir

En estos tiempos de reclusión causados por el Covid_19, hay artistas que participan en conciertos transmitiendo por Facebook, Instagram u otras redes sociales, pero desde hace ya dos viernes tenemos a uno de esta nuestra casa que nombrar, el Rey de los balcones de Bouzas Tony Lomba tiene algo que contarnos de la mano de Carlos Crespo para Fugas, de La Voz de Galicia, copio y pego.

«Mis vecinos me dejan dibujos, flores y hasta empanadas en la puerta»

FOTO – ÓSCAR VÁZQUEZ

CARLOS CRESPO
03/04/2020 05:00 H

A precipicios mucho mayores que el que se abre desde la ventana de su tercer piso se ha asomado Tony Lomba a lo largo de su carrera. Es uno de esos tipos que uno piensa que lo ha hecho todo en el mundo del show business. Ha pisado los escenarios más glamurosos y los de peor calaña, ha cantado en bodas y en fiestas de la jet set, y hasta se ha paseado disfrazado de rey por San Sebastián promocionando una película de Juanma Bajo Ulloa. Pero mira tú por dónde, ha sido cantando para los vecinos desde la ventana de su casa en Bouzas desde donde más repercusión mediática y social ha conseguido. Lo hace cada viernes, tras los aplausos de las ocho, y ahora también se le podrá seguir en directo a través de su Facebook.

-Antes que nada, ¿cómo lleva la reclusión?

-Nunca creí que iba a decir esto, pero no me aguanto ni a mí mismo. Tengo la sensación de que es ahora cuando empezamos a flaquear. Ya son 20 días y eso pesa.

­-¿Cómo surgió esto de los conciertos desde la ventana de su piso?

-Por exigencias del vecindario. Un día empezaron a gritar: «Tony Lomba, Tony Lomba». Y al día siguiente otra vez. Y al tercero ya parecía el típico artista que se hace de rogar. Así que dije: «Venga, vale». Porque yo soy muy de barrio. Ellos se divierten y bailan desde los balcones y yo me saco ese veneno de crooner majadero.

­-¿Se imaginaba una repercusión así?

-Para nada. Estoy sobrepasado. Porque ha sido un aluvión muy bestia.

­-¿A qué cree que se ha debido tanta efusividad?

-La verdad es que es un concierto muy chulo porque es muy de música ligera, con lo cual la horquilla de gente a la que le puede gustar es muy amplia. Además, es una música muy sensible. Le canto al amor, a la pasión, al contacto… Creo que es la música ideal para esta situación.

­-Sin embargo, la policía está recibiendo estos días muchas denuncias de gente que se queja por los Dj’s de balcón.

-Ya, es que en la mayoría de esos casos se está obligando a la gente a escuchar un estilo musical que no siempre agrada, como puede ser el reguetón. Pero, bueno, de ahí a llamar a la policía… Siempre que sea respetando los horarios, yo todo lo que sea compartir música lo agradezco.

­-Algún «hater» ha asomado también a sus redes sociales.

-Ha sido un 0,01 %. Un par de comentarios que decían que estas no eran fechas para estar haciendo esto. Bueno, ¿y qué hacemos? Es que, si no tenemos un alivio, nos comemos.

­-Lo cierto es que estos conciertos han acabado por convertirse en la mejor campaña de promoción que podría imaginar.

-Sí, pero te prometo que en ningún momento fue mi intención. Esto era para el barrio. Y lo sigue siendo. Mira, el segundo viernes la televisión me pidió que si podía cantar dos veces el mismo tema para grabarlo desde abajo y desde arriba y le dije que no, que esto era un regalo para los vecinos, no un videoclip. ¿Que al final ha sido una campaña de promoción? Pues sí. ¿Que me desagrada? Pues no. Todo lo que sea ampliar mis expectativas artísticas me viene perfecto. Pero insisto, no fue algo buscado, porque ni el mejor estratega de márketing podría imaginar lo que después ha pasado. El mayor agradecimiento que yo he podido recibir es que una niña de siete años me deje un dibujo en la puerta. O que la florista del barrio me suba un ramo. O que Juana, la vecina de arriba, que es una ironwoman, me deje una empanada o una pota de callos.

­-Ya hay quien pide a Tony Lomba para este verano en Castrelos.

-Sí, sí que los hay [se ríe]. Todo sería probar… Ya he actuado allí. Pero Castrelos es mucho Castrelos. Tendría que darla una vuelta y, por supuesto, con banda.

­-Ha dicho que estos días nos están llevando a descubrir los límites de la transigencia.

-Claro, en las situaciones límite es cuando puedes descubrir hasta dónde eres capaz de llegar. Y estos días nos ponen a prueba, tanto con los de casa como con los de fuera. Estábamos inmersos en un tobogán del odio. Veía a la gente cada vez más extrema. Y, hombre, no es que haya que ir a buscar el zen, pero ciertos ejercicios de transigencia son buenos porque te llevan a abrirte a otros mundos, mientras que con el odio te vas encerrando.

­-¿Qué es lo que más echa de menos?

-Hacer la vida normal. Salir a la calle… Yo es que soy muy de calle. Echo de menos mi caminata de una hora por las mañanas, encontrarme a mi gente, ir a casa de Eladio (Santos) a grabar algo… Y echo mucho de menos el contacto. El abrazo, el beso… He descubierto que es muy duro vivir sin el roce, sin tu gente.

­-El himno oficioso de la pandemia es «Resistiré». ¿Cuál es el suyo?

-Yo no canto Resistiré sino Resistiremos. Porque, aunque a mí me haya tocado dar el primer grito, yo en esta historia quiero que el protagonismo sea colectivo. Aquí no hay un escenario y un público. El escenario es la plaza en la que estamos todos los vecinos. Pero sí que tengo un himno particular, que es la canción con la que cierro siempre mis conciertos: Un beso y una flor, de Nino Bravo.

­-Se ha demostrado que la música tiene un valor terapéutico incalculable.

-La música, una película, un libro… Todo lo que se está denostando. Todo eso a lo que la política da constantemente el esquinazo al final resulta que está siendo la salvación para que las personas estén no solo entretenidas, sino disfrutando.

­-¿Aprenderemos de esta?

-Me da que no. Dará la sensación de que hemos aprendido la lección en un primer momento. Pero por desgracia no tardaremos en retomar el ritmo y el vértigo de antes. Las riendas las van a tomar los de siempre. Y nosotros seguiremos siendo eslabones de una cadena programada para el consumo.

Share in
Tagged in